CUENCAS FLUVIALES
El Vilcanota tiene su origen en el nevado Cunurama, 5.443 m.s.n.m., que se ubica al norte del pueblo de Santa Rosa en la línea divisoria de los departamentos del Cuzco y Puno, en el abra conocido como La Raya. El pequeño torrente a que da lugar el glaciar del Cunurama se dirige hacia el nor-oeste, y pocos kilómetros más abajo es ya un río impetuoso que, entre peñascos, termina por amansarse cuando recorre el Valle Sagrado de los incas donde riega las fértiles tierras de Písac, Calca y Urubamba. Todavía tranquilo, el Vilcanota discurre frente a la imponente fortaleza de Ollantaytambo para, poco después, esconderse y despeñarse por un angosto desfiladero que se prolongará hasta pasadas las ruinas de Machu Picchu en donde, tras ceñir el Huayna Picchu, recibirá por la izquierda el torrente del Aobamba que, cargado de las todavía heladas aguas del Salkantay, marca la frontera sur de la provincia de La Convención.
Confluencia de los ríos
Quince kilómetros más abajo de Machu Picchu, el valle del Vilcanota realiza un amago de apertura para dar entrada a dos afluentes: el Santa Teresa y el Sacsarayoc, y después vuelve a sumergirse entre los apretados cerros que con dificultad dejan correr, por la izquierda, las aguas de los torrentes del Quellomayo, Cocalmayo y Pacaymayo. Al final del cañón y a 45 kilómetros de Machu Pichu, el Vilcanota recibe, por la derecha las aguas del Lucumayo que inició su andadura en los glaciares de La Verónica, y por la izquierda, un kilómetro más abajo, las del Vilcabamba. A unos metros de la desembocadura de este río un enorme peñasco, varado en el centro del cauce del Vilcanota, permitió a los incas instalar allí el puente colgante de Chuquichaca (Puente de las Lanzas) que tanto protagonismo desempeñó en la época en que los últimos incas se refugiaron en Vilcabamba.
Diez kilómetros aguas abajo el valle se abre, y el Vilcanota recibe por su derecha los ríos Chinche, Maranura y Mándor, mientras que por la izquierda recibe el Uchumayo. Por esa misma banda y quince kilómetros más abajo llega el Chuyapi, cuyos residuos han dado origen durante milenios a la hermosa plataforma sobre la que se asienta la actual ciudad de Quillabamba, capital de la provincia.
A partir de Quillabamba, el Vilcanota es de nuevo prisionero de los cerros. A su izquierda se levanta el imponente Urusaywa desde cuyas cumbres descienden, entre cascadas, los torrentes de Páchac y Calzada, mientras por la derecha, ya a 25 kilómetros de Quillabamba y en territorio del distrito de Echarati, descargan en el Vilcanota las aguas del Chaco, Alcuzama y Ocobamba. A 25 kilómetros de Puente Echarati, por la derecha entra el Yanatile que aporta al caudal del Vilcanota 893 m3 por segundo, que unidos a los 1.100 m3 que éste ya traía, obligan a cambiar el nombre del río que en adelante será reconocido como el Alto Urubamba. Desde este punto hasta el Pongo Mainique, 250 kilómetros, el Urubamba recibirá, en especial por su margen izquierda, las aguas de numerosos y caudalosos ríos. Por esa banda confluirán los ríos: Manto Real, Koribeni, Materiato, Sirialo, Kiteni, Kosireni, Kumpirusiato, Manogali, Chicuriano, Mantalo, Pagoreni y Pomarén. Y por la margen derecha entran los ríos Chirumbia, Sangobatea, Manguriari, Sigarosiato, Ivochote, Tintiniquiato, Pachiri, Yavero, Saneriato y Yoyato.
El paraje recorrido por el río Alto Urubamba desde su origen, encuentro del Vilcanota con el Yanatile, hasta el Pongo Mainique es, sin duda, uno de los recorridos fluviales más espectaculares y hermosos de la Tierra. El río, cada vez más cargado de aguas con la aportación de sus nuevos y numerosos afluentes, se revuelve, como fiera herida, entre elevados peñascos y grandes bloques graníticos sembrando de blanca espuma sus pequeños remansos. Así, golpeado y cansado, el Alto Urubamba aborda el último y gran obstáculo que intenta impedirle el paso hacia la gran planicie amazónica: la Cordillera del Pongo Mainique. El alborotado y caudaloso río afronta el reto con decisión, y por cinco kilómetros rompe el formidable muro entre el estruendo y el aplauso de cascadas que se descuelgan, engalanadas de orquídeas y lianas, desde los altos cerros. Cuando al fin el río, exhausto de fuerzas, traspasa las ciclópeas puertas del Pongo y mira el despejado horizonte, se abandona a un lento y lánguido caracoleo por la planicie selvática en la que los numerosos afluentes le aportarán, con sus aguas, nuevos olores y sabores.
Por su derecha, le llegan al Bajo Urubamba las aguas de los ríos Ticumpinia, Quitaparai, Timpía-Sihuaniro, Savoriari, Kamisea, Paquiría, Misahua y Sepahua; y por su izquerda, las del Zaringaveni, Sabeti, Chocoriari, Quimariato, Picha, Waritacaya, Huipaya, Sensa y Miaría. Desde ahí, cargando gran parte de las aguas de la provincia de La Convención y tras recorrer por ella 850 kilómetros, seguirá su rumbo al encuentro del Apurímac que, convertido ya en el Tambo, le espera kilómetros más abajo para alumbrar el gran Ucayali.
El Apurímac, que ha nacido en el nevado Mismi, a 5.239 m.s.n.m., departamento de Arequipa, será alimentado por su margen derecha por las aguas convencianas que aportan los ríos Yanama, Arma, Mapiyo, Torocyunca, Pampaconas, Chirumpiari, Mepunari, Quimbiri y Pichari.
La maraña de cordilleras, cerros que superan los tres mil metros de altitud, innumerables quebradas y 43 afluentes, que descendiendo muchos de ellos de las nieves perpetuas depositan sus aguas en los dos grandes ríos de la región, hacen de la topografía convenciana una de las regiones más singulares de la Tierra. Estamos ante un gigantesco laberinto en el que resulta casi imposible orientarse o comunicarse. Muchos de sus cerros, ríos o selvas han permanecido hasta tiempos recientes inexplorados para los occidentales, y, aún hoy día, muchos de ellos guardan no pocos secretos.
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